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martes, 15 de noviembre de 2016

Luna

Dulce luna,
que estás aquí;
acompañándome desde mi ventana,
escuchándome desde ahí;
alumbrando cada día
mi propia oscuridad;
siendo testigo de mis secretos,
y de mi intima soledad.

Eres,
el verdadero origen de la belleza,
y de todo misterio;
muchos te han querido tocar,
incluso han deseado,
envolverse en tu cuerpo.

Atraes y eclipsas,
con tu sola presencia;
proporcionas la vida,
y también la ausencia;
pero siempre estás,
para dejar tu esencia;
eres la reina de la noche,
nuestra diosa eterna.

Dime luna,
porque no nos proporcionas...
una escalera;
para llegar hacia a ti,
y abrazarte,
cuando estás llena;
perderse sin miedo,
en cada uno,
de tus agujeros y grietas;
susurrarte lentamente,
que nunca desaparezcas.

Luna lunera,
que algunas noches te vas,
otras creces,
y otras menguas;
yo me quedo con tu luz,
cada vez que despiertas;
y vigilas mis sueños,
para que de alguna forma,
se me cumplieran;
me consuelas,
en cada pesadilla,
que se aferra en mi cabeza;
con tu paz,
con tu firme entereza;
tan tuya,
tan austera.

Me escuchas,
en tu silencio,
cuando me invade la pena;
a tu lado me refugio,
y me vuelvo entera;
para afrontar el mañana,
que al día siguiente…
comienza;
sin ti, mi luna,
hasta que la noche regresa.

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