Dime ángel,
porque me acompañas;
porque sigues siendo mi
sombra,
porque no me abandonas;
dímelo,
cuando estemos a solas;
cuando piense,
que nadie me escucha,
y cuando nos despida la
aurora.
Sé que sigues aquí,
aunque juegues a
esconderte;
no te puedo ver,
pero sé que estas
presente;
sigues siendo tan fiel,
como en aquel tiempo,
en el que pude
conocerte;
sabes que me dolió
dejarte,
sabes,
que lloré perderte.
Por eso,
no te fuiste,
ni te irás;
por eso,
en cada momento,
se que aquí estás;
fuiste mi mayor apoyo,
lo que me produce paz;
no sé si llega a ser
obsesión,
pero aún siento,
que te puedo tocar.
Fuimos uno,
entre mis palabras;
me evitaste accidentes,
cuando me aconsejabas;
dijiste esas frases tan
duras,
que hicieron que
madurara;
me tendiste tu mano,
cuando más lo
necesitaba;
por eso y por mucho más,
me costó decirte adiós,
y te dije:
“hasta pronto, mi
ángel de la guarda”
porque todo lo que soy,
sin ti,
no me sirve de nada;
me enseñaste a vivir,
me proporcionaste tu
calma;
esa que en tu ausencia,
evitó que
desfalleciera;
esa que en silencio,
al llamarte,
hace que te sienta.
Sigo esperando,
a despertarme de esta
pesadilla;
a abrir de nuevo los
ojos,
para verte,
y que me vuelvas a
susurrar:
“mi niña”.
Notar un abrazo tuyo,
que me vuelva a dar esa
calor;
volver a llorar contigo,
o reírnos a carcajadas,
mientras cantamos
nuestra canción;
Duerme conmigo, mi
ángel,
hasta que brille el sol;
yo me despediré de ti,
en este sueño,
donde te regalo mi
corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario