Se empeño,
en realizar ese viaje,
a pesar,
de que iba a comenzar de
cero;
no quiso mirar atrás,
ya que,
no se subiría dentro.
A pesar,
de que esa patera tenía
grabada...
la palabra muerte,
sabía que lo llevaría,
a un destino nuevo.
Se despidió de su
familia,
diciéndoles que
volvería;
les juró que lucharía,
para llevarles con él,
algún día;
no llevaba nada,
pero confío en que
sobreviviría.
Entonces,
naufragó entre aguas
turbulentas;
tenía hambre y frío,
le quedaban pocas
fuerzas;
pero en sus sueños
regresó,
a la esclavitud y
miseria,
que había en su tierra;
abrió sus ojos,
y prometió ,
que continuaría como
fuera.
Vio,
muerte a su alrededor,
y promesas acabadas;
escuchó llorar a niños,
mientras se los llevaba
la marea;
sintió impotencia,
e intentaba ayudar;
pero en ese viaje,
no todos llegan al
final.
Cuando,
se estaba debilitando,
llegó a lo que
consideraba el paraíso;
corrió,
como si no existiera un
mañana,
para saltar una valla,
recubierta de alambres y
pinchos.
Trepó sin miedo,
aunque le dolieran sus
heridas;
recordaba,
A los que se quedaron
en el camino,
también de su familia.
Lo consiguió,
y rompió a llorar;
con un grito definió,
lo que llegó a pasar;
no le importaba los
insultos,
ni perder su dignidad;
no le importó los
papeles,
ni siquiera la soledad;
no le importó ser
inmigrante,
si obtenía libertad;
aquella que millones de
personas,
pierden en su hogar;
y aunque sea lejos,
son humanos,
que también lo pasan
mal;
y piden a su manera,
que todos,
les logremos ayudar;
porque la diferencia,
no sólo está en el
color,
sino en la humildad;
todos somos iguales,
fuimos creados igual.
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