Cuenta la leyenda,
que la muerte y la vida,
se reencontraron;
querían ignorarse,
pero acabaron hablando.
La vida tenia demasiadas
dudas,
no comprendía,
lo que aportaba la
muerte;
y ésta estaba
dispuesta,
a confesar todo,
lo que a ella se
refiere.
Vida,
le reprocho a la muerte,
porque desterraba a las
almas;
y hacía de un final,
una guerra desarmada.
Porque causaba frío,
cuando ella entregaba
calor;
porque cubría de
lagrimas,
lo que antes era amor.
Vida afirmaba,
que ella siempre daba un
mañana;
una esperanza,
a la que las personas se
amarraban.
Ella daba sueños,
creaba ilusión;
entregaba abrazos,
besos,
y unión.
Facilitaba caminos,
para poder avanzar;
palabras,
difíciles de olvidar;
lecciones,
que día a día,
se podían superar.
Entonces,
la muerte le logró
silenciar;
le susurró,
que si logra adornarlo
todo bonito,
es porque puede
finalizar.
Aseguró,
que la persona no se ve,
pero que el alma
continuaba;
para transformarse en
eternidad,
y cuidar de los que ama.
Insistió,
que ella regalaba paz,
donde antes sólo había
dolor;
facilitaba
oportunidades,
antes de que digan
“adiós”.
Daba recuerdos,
que ayudaban a luchar;
añadía motivos,
para que lograran
avanzar.
Podría parecer injusta,
pero demostraba,
lo que era realmente
amar;
ya que,
consigue actos,
que sin ella se llegan a
ignorar.
Un silencio angelical,
detuvo la discusión;
ambas se dieron cuenta,
que eran importantes las
dos;
para que el ser humano,
valore su situación,
no sólo para un mañana,
sino para un "hoy".
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